Cut Bank: Fargo y Las Meninas

La película de la que nos ocupamos nace cuando dos jóvenes filman por accidente, en pleno entorno salvaje, un asesinato. Y nos lleva a través de un argumento bien hilado a descubrir que las cosas no son lo que parecen, bien porque nos han mentido o bien porque los hechos tienen una explicación más compleja o, tal vez, más profunda de la que inicialmente se nos muestra.

La escuela de Cut Bank es la de Fargo (película de Joel y Ethan Cohen de 1996 y serie de televisión creada y escrita por Noah Hawley, a partir de la citada película, en 2014). El vínculo más evidente es con la serie (el director de esta película, Matt Shakman, ha dirigido algunos capítulos de la misma). Pero la deuda con la obra de los Cohen es también indudable. Por ejemplo, el Anton Chigurh interpretado por Bardem en No es país para viejos se hace presente en nuestra memoria cuando conocemos al mítico personaje interpretado por Michael Stuhlbarg en este filme de mucho menor fuste que el dirigido por sus maestros pero de suficiente interés. Un oscuro ermitaño emerge de las profundidades del bosque para hacerse con la película en la segunda parte de la misma. Todo lo cual nos lleva así mismo a Cormac Mccarthy (autor de la novela No es país para viejos en la que se basa la película homónima de los ya citados Cohen). Palabras mayores. Nos limitaremos a decir que, posiblemente, lo mejor de Cut Bank, junto a los actores, es el guión, escrito por Robert Patino, un chaval que promete.

Como thriller Cut Bank funciona de modo fluido aunque tal vez desperdicie algunas oportunidades estéticas. La trama se basa en una original composición de espejos y la película de Matt Shakman resulta en una propuesta que, a nuestro juicio, merece los 9€ de la entrada. Además, puede verse como una road movie en la que el viaje se realiza en el tiempo -no en el espacio- y en el interior de los personajes -y no en la acción, aunque también existe. Los protagonistas van hacia el pasado o hacia el futuro y esa es su motivación para mover una historia de crímenes en medio de una población de poco más de mil almas y un entorno salvaje.

Como decimos, el argumento está bien pero detrás, como en el fondo, como en el espejo de Las Meninas, sucede otra cosa, la más interesante. Ese despertar a las cosas como son -o como fueron- requiere de dos actores enormes como John Malkovic y Billy Bob Thorton. Huelga decir que ambos cumplen con creces, claro. Ellos nos hablan del paso del tiempo, las oportunidades perdidas, la desesperanza y la mediocridad como determinantes del destino (la cobardía, tal vez). El tema de la historia es también el futuro, esa escapada con la que sueña la pareja protagonista, una huida hacia un lugar que ya tiene preparada su mezquina acogida, la ciudad corrupta. Como paisaje de fondo, el frío que hace en un pueblo perdido en Montana donde pasan muchas cosas aunque no se vean, hechos violentos, el infierno en el sótano de una cabaña.

Posiblemente el espectador quedará atrapado en el argumento y, caso de ser inclinado a valorar los encantos diferenciales del género femenino, es probable que quede además prendado de la actriz protagonista, Teresa Palmer. Uno la ve moverse mientras suena el standard del soul Ain’t no mountain high enough y, sea porque Hollywood nos queda muy a trasmano, sea porque está empezando a intuirse la llegada del otoño o sea porque en esta vida el hombre propone y Dios hace lo que le sale de las pelotas, comparte la melancolía –tipo “se nos ha pasado el arroz”- de los citados personajes de Malkovic y Thornton. O, puestos a confesar, la tentación de viejo verde encarnada por el también gran actor Bruce Dern. Dicho esto, suponemos que el amable lector considerará que la crítica no tan amable que estamos a punto de realizar sobre la interpretación desarrollada por el chico de la peli, Liam Hemsworth, obedece a los celos. Pues bien, probablemente tiene razón. El chico se defiende, pero los que tiene alrededor juegan en otra liga.

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